Por Alejandro Panfil. Ahora que Libia está tan convulsionada políticamente como lo estuvieron sus vecinos Túnez y Egipto, surge el recuerdo casi intacto de haber pasado por allí unos meses atrás, cuando nada de lo que hoy se ve por televisión o se lee en los diarios se podía llegar a imaginar.
Se trataba hasta esos momentos de un pueblo aparentemente muy tranquilo y que vivía al ritmo que suelen imponer las altas temperaturas y la paz que contagia fumarse una shisha. Claro, un pueblo tranquilo por no decir demasiado sumiso a la tutela de casi medio siglo de Muammar Khadafi, su líder político desde 1969 y especie de rockstar que ama aparecer en gigantografias en el medio de las ciudades, al costado de las eternas rutas y, obviamente, en las oficinas publicas.
Ese personaje, mezcla entre el Che Guevara por el look y Hugo Chávez por poderío petrolero, lleva nada más ni nada menos que 41 años en el poder, poder que se ve amenazado por las ultimas manifestaciones a las que en las ultimas horas ordenó reprimir violentamente.
La primera conclusión de un viajero con diario del lunes en mano es que hubiese sido muy difícil un levantamiento de no haber recibido la inspiración desde sus países vecinos, con los antecedentes de la salida de Ben Ali en Túnez y luego de Hosni Mubarak en Egipto.
A Libia no se llega muy fácilmente: la única manera de entrar al país, siendo turista extranjero, es mediante la contratación de una agencia de viaje local -para lo cual se necesita confiar más de lo deseado-que se encarga de obtener la visa de ingreso. El guía es la persona que no sólo da información turística y provee de hospedaje, comida y traslados, sino que es el responsable del viajero. Lleva consigo nuestros pasaportes y entrega una serie de papeles en cada puesto caminero donde un uniformado chequea que todo esté en orden.
Lo que más llama la atención en un país de estas características, cuyo presidente amasa fortunas gracias al petróleo, de hecho este hidrocarburo representa el 95 % de las exportaciones, es la imagen de abandono y de suciedad de sus poblaciones, inclusive en comparación con los otros países del norte africano como Argelia, donde lo derruido no implica mugre, o en Túnez, donde las grúas y los desvíos en las autopistas dan la pauta de que es un país en constante movimiento.
Si bien podrán leer que Libia es uno de los países de África con mayor expectativa de vida con 74 años y que ocupa el primer puesto en el índice de desarrollo humano en dicho continente, es muy difícil apreciarlo pasando unos días por sus territorio. Las ciudades lucen abandonadas, como si les hubiese pasado un huracán por encima. Al costado de la ruta, se ven puñados de casas sin terminar y las pocas que están finalizadas son muy precarias.
Hay una gran diferencia demográfica entre el norte y el sur del país. En la costa del mediterráneo se encuentran la capital Trípoli, con 1,7 millones de habitantes y Benghazi con 650 mil. Sebha, ubicada en el centro del país, cuenta con 94.700 habitantes y es la población más cercana para visitar el desierto del Sahara y los Lagos Ubari.
Libia, claro está, es increíble gracias a sus paisajes, como las enormes extensiones de terreno árido donde es muy difícil encontrar vegetación. Los nombrados Lagos Ubari hacen valer la pena cualquier travesía e inversión. Son enormes espejos de agua salada en el medio de la inmensidad arenosa del Sahara que invitan a pasar un instante surrealista.
El Libia de los sueños está bien resumido en Ghadames, una pequeña población cercana a la frontera con Argelia donde viven 10 mil personas y que consta de una ciudad vieja, donde ya no hay habitantes y cuyas principales características son sus calles en forma de laberintos y el blanco de sus paredes. Antiguamente, esta población era parada obligada para las caravanas de comerciantes. Por cuestiones de infraestructura, los habitantes de la vieja Ghadames hoy residen en la ciudad nueva, donde las construcciones tienen una arquitectura más uniforme. En el centro de la pequeña localidad está la nueva mezquita, enorme e imponente.
Además de todo lo natural que caracteriza a este país, Libia también posee una herencia magnifica traducida en ruinas romanas, en Leptis Magna, y griegas en Apollonia y Cyrene.
Durante el extenso gobierno de Khadafi, al país se lo pudo observar así. Ahora transita tiempos de cambio y surge el gran interrogante sobre cómo quedará luego de que pase la tormenta.
Alejandro Panfil viajó en 2010 a Libia como turista. Estudió periodismo deportivo en E.S.E.D. y está a punto de graduarse en la Licenciatura en Periodismo en la Universidad Del Salvador. Escribe actualmente en el sitio español Spain Sports Network, sobre deportes, y en Noiseweb, más dedicado a la música rock. Trabajó durante dos años y medio en DiarioShow.com y además colaboró en los sitios Maratón.es y Correr.es, de España. Lleva adelante los blogs Un Poco de Fútbol, sobre el deporte que más le apasiona, y Brandy con Caramelos, donde aborda diferentes inquietudes referentes a la cultura en general.