Nicolás Balinotti y José Sbrocco, colegas de La Nación, publicaron hace menos de un mes el libro “El zar tucumano, la historia del hombre que tiene a la provincia en un puño”. Como queda claro en la tapa la obra habla de Alperovich, el gobernador de Tucumán.
Lo increíble para los tiempos que corren es que la investigación periodística ha sido censurada (no formalmente) en la provincia al punto que practicamente no hay libreria que venda la obra (que aún no leí). Lo interesante, algo parecido ya te habíamos contado sobre Hugo Alconada Mon y su blog, es que los problemas de distribución se cuentan en el espacio online oficial de la obra que ya tiene casi 3000 visitas.
Un empleado de la librería Los Primos, ubicada en la calle Muñecas 288, reconoció que sufrió presiones por la venta de la obra. “Te van a inspeccionar todo”, le advirtieron. Ante esa presión, el encargado me dijo: “Lo vamos a vender, pero con bajo perfil. No lo vamos a exhibir en la vidriera”.
Lo siguió vendiendo unos días más, y de pronto no solicitó más ejemplares. Lo fui a visitar y me dijo: “Tuve 24 inspecciones. No puedo arriesgar la fuente de trabajo de seis personas por un libro”. Su sentencia fue tajante.
Así se da algo impensado hace menos de diez años: los autores – además del espacio que encontraron para contar su problema en los medios tradicionales– permiten seguir el día a día de la censura en un sitio escrito directamente por ellos. A eso se le suman sus cuentas @nbalinotti y @josesbrocco y la reproducción del primer capítulo en Urgente24.
Acá te mostramos los primeros párrafos de la obra:
El sueño hecho realidad. De cómo el hijo de un humilde inmigrante judío contradijo a su padre e imprevistamente, en actitud desafiante, se abrió paso en la política y construyó su poder hasta tener a Tucumán en un puño.
“Este es el candidato”
El sol caía sesgado en los jardines de Olivos. Eduardo Duhalde era el anfitrión de la comitiva tucumana que había visitado de urgencia al entonces presidente con el afán de recurrir a un auxilio financiero de 100 millones de pesos para afrontar el canje de los bonos provinciales (Bocade). Tal como sucede hoy, en ese tiempo, las provincias también vivían con respiración financiera asistida de parte de la Nación. La caminata de Duhalde y los tucumanos por la quinta presidencial era amena hasta que el primer mandatario se detuvo de golpe.
— Vos, negrito. No te hagas el pícaro, frenó su marcha Duhalde.
— ¿De qué, che?, inquirió sorprendido el gobernador tucumano Julio Antonio Miranda.
— Este es el candidato a gobernador, dijo Duhalde, señalando a José Jorge Alperovich, que participaba del paseo por la residencia como invitado, en su rol de senador nacional.
— Si vos lo decís…, asintió Miranda, encogido de hombros, bajo la mirada cómplice de José Alberto Cúneo Vergés(ministro de Economía), Antonio Guerrero (ministro de Gobierno) y Sisto Terán (vicegobernador), las espadas principales de su gabinete.
A Miranda se le había dado vuelta el plan: caída la posibilidad de reformar la Constitución provincial para habilitar la reelección a partir de fuertes versiones de coimas y compra de voluntades, el gobernador deseaba fogonear a Fernando Juri como el número uno de la lista oficialista.
Alperovich supo cultivar una buena relación con el ex presidente de la Nación cuando Hilda Chiche Duhalde, por entonces primera dama, encabezó en 2002 el Operativo Rescate de los niños desnutridos en la provincia y se hospedó en la residencia de los padres de Alperovich. Chiche había tenido fuertes contrapuntos políticos y verbales con Miranda y hacía público su malestar al final de cada jornada durante la cena con los Alperovich, en la cálida Yerba Buena.
Cuentan algunos que la amistad entre los Duhalde y los Alperovich nació a partir del vínculo entre León Alperovich, el papá de José, y el padre de Mario Blejer, ex titular del Banco Central durante la presidencia del ex gobernador de Buenos Aires. El lazo se fortaleció, además, cuando Alperovich y Duhalde coincidieron en el centro antiestrés adventista Puiggari, en Entre Ríos. El primo del gobernador y representante de Tucumán en la Capital Federal, Benjamín Bromberg, fue en más de una oportunidad el intermediario entre ambos.
Con la bendición de Duhalde, a José Alperovich se le allanó bastante el camino hacia la Casa de Gobierno. Duhalde lo consideraba un estadista y un conocedor de las finanzas tucumanas como nadie en los tiempos de abismos. A partir de ese gesto del ex presidente, por cierto, un guiño de mucho valor en la liturgia justicialista, durante el recorrido surgieron alianzas y traiciones, y el Partido Justicialista tucumano se convirtió en un hervidero de alucinaciones y temores. Nadie confiaba ni en su propia sombra, y pocos dirigentes estaban dispuestos a ceder su parcela de poder.
Audaz y buen entendedor, Alperovich recurrió a discursos rutinarios, combinados con la retórica de la calle. Intercedió con dinero para que su nombre figure constantemente en los medios de comunicación. A través de los medios o en sus prédicas cotidianas, sus palabras apelaban al bolsillo de la gente común. Lejos de ser expresiones fascinantes o encendidas, su modo de hablar sin pronunciar las eses o deformando los verbos hizo que los tucumanos lo sintieran como uno más de ellos. Nada diferente en cuanto al resto de la oferta política, aunque simulaba ser un hombre preparado, devenido del empresariado.
Alperovich no modificaba sutilmente su acento y sus cadencias en función del público. No es un políglota. Jamás lo fue. Se expresa de la misma manera en un almuerzo con empresarios o presidentes como lo hace delante de sus compañeros de palco en los partidos de Atlético Tucumán. Algunas veces, es cierto, intenta ser más tradicional y cuidado, pero su rapto de reserva le puede durar apenas unos minutos después del apretón de manos.
Previo a los comicios de 2003, los números de las encuestas le sonreían a Alperovich como a ningún otro candidato. Era un dato a no pasar por alto en hombres obsesivos de los informes de opinión pública, como lo son Duhalde, Miranda y Alperovich, aunque éste se preocupó por el poder de las cifras mucho tiempo después.
“A José Alperovich lo conocí en las elecciones legislativas nacionales de 2001. Miranda me había encargado medir a José Carbonell y Alperovich para decidir a quien llevaba como candidato a senador. José sacaba mucha diferencia. Desde entonces, trabajo con él”, reconoció Hugo Haime, el encuestador favorito de muchos dirigentes peronistas.
El pronóstico de Haime, como sucedió en 2001, no falló: Alperovich ganó y llegó a la gobernación de la mano del PJ después de haber sido legislador provincial por la Unión Cívica Radical (UCR), ministro de Economía de Miranda y senador nacional durante dos años, en los que fue compañero de banca de Cristina Fernández de Kirchner.
Justamente, en los tiempos del Congreso de la Nación, tuvo un fuerte contrapunto con la actual Presidenta por la expulsión de la Cámara Alta del sindicalista gastronómico Luis Barrionuevo, iniciativa que ella lideraba desde la Comisión de Asuntos Constitucionales, pero que Alperovich no compartió. El tucumano obedeció el mandato del entonces presidente de la Nación Eduardo Duhalde.
Acá está la reseña del libro por La Gaceta